sábado, 14 de septiembre de 2013

Los olvidados del paro

Entrada publicada originalmente en La silla vacía (ver en este vínculo)

La coyuntura del paro agrario se ha vuelto el contexto perfecto para que diversos sectores salgan a protestar. No sólo los campesinos paran, sino los trabajadores de la salud, los maestros, los estudiantes universitarios. En este contexto de protesta yo quisiera alzar las banderas de unas reivindicaciones que encuentro totalmente justas. Son las de ciertos olvidados del paro, que no me parece que tengan voz en la protesta.  Yo marcharía para defender los derechos de los estudiantes de los colegios públicos de Colombia. Especialmente a recibir una educación pública de calidad, un derecho que mayoritariamente les ha sido negado de forma sistemática desde que tengo memoria: la brecha de calidad entre los colegios urbanos de alto nivel socioeconómico y sus contrapartes desfavorecidas, rurales y urbanas se volvió un lugar común en la educación en Colombia. Yo pediría lo siguiente:
  1. Los mejores a la docencia: En Colombia entre peor le vaya a un estudiante en el ICFES, más probable es que estudie una licenciatura, y se convierta en un profesor. Esto ocurre ante la mirada impasible del estado, representado en el Ministerio de Educación y el Consejo Nacional de Acreditación, y con el concurso de los laxos criterios de admisión a las carreras para formación de docentes, en universidades privadas y públicas. No veo cual es la lógica que subyace a que por ejemplo los puntajes de admisión a las licenciaturas en las universidades Javeriana y Distrital de Bogotá sean los más bajos de todas las carreras que ofrecen. Y no son las únicas universidades en esa situación. ¿Cuál es el mensaje detrás de esto? ¿Qué para enseñarle a unos niños a leer, no hay que saber leer muy bien? No es sostenible el discurso de que la educación es importantísima y que es el motor del desarrollo del país cuando el estado y las facultades de educación aceptan de facto que este motor está en mano de los bachilleres más damnificados por el sistema de educación público y aceptan como docentes a los aspirantes con puntajes de examen de estado más bajos.
  2. Formación de calidad a los futuros maestros: Y no como la que reciben. Los resultados de los antiguamente llamados exámenes ECAES, hoy llamados SABER-Pro para las facultades de educaciónpublicados el año pasado son un desastre de grandes proporciones, que no recibió ni de lejos la atención que merece. ¿Qué valor agregan los pregrados en educación a la luz de esos resultados? Muy poco. Los egresados de los programas de educación obtuvieron de manera consistente los puntajes más bajos en habilidades genéricas como escritura, lectura crítica, inglés y razonamiento cuantitativo, es decir, ¡en lo que enseñan en los colegios! Las facultades de educación pasaron de agache con semejantes resultados. ¿Qué dice el Consejo Nacional de Acreditación? Parece haber muchos programas con registros calificados que agregan poco y ningún valor a los egresados de sus programas. Se configura así un muy buen ejemplo de lo que se llama un circulo vicioso: programas deficientes con bajos criterios de selección, pero avalados por el estado.  
  3. Jornada única en los colegios públicos: Un niño en el sistema de educación público recibe entre dos y tres horas menos de educación diaria que la que reciben los estudiantes de los colegios de mejor rendimiento en Colombia. Aún si la calidad de la educación de los colegios públicos y privados fuera similar, que no lo es, la diferencia acumulada de escolaridad al paso de los años es muy amplia y creciente. Se volvió aceptable que los colegios públicos tengan dos o más jornadas, cuando las dobles jornadas son mecanismos de excepción según la ley 115 (artículo 85). Así y todo el Ministerio de Educación sigue hablando de tasas de cobertura sobre el noventa por ciento, cuando tiene a los colegios públicos trabajando a doble marcha.
  4. Preescolar obligatorio y gratuito: En vez de ofrecer otro grado innecesario como el 12, el estado Colombiano que parece estar ahora comprometido con la primera infancia debería tener como bandera atender las necesidades de desarrollo educativo de todos los niños de 3 a 5 años.  La segregación social en Colombia empieza en la primera infancia. Las diferencias de escolaridad entre niños rurales pobres y niños urbanos de colegios de élite es sencillamente escandalosa. Mientras a los cinco años unos ya tienen dos o tres años de escolaridad, los otros en muchos casos tienen cero. El sistema educativo parece diseñado para maximizar estas diferencias en vez de atenuarlas desde la raíz, como se haría con los preescolares, en vez de por las ramas, como con el grado 12 donde ya no hay mucho qué hacer.
Lamentablemente en las protestas, no veo a nadie que lleve estas banderas. Y no es que no haya organizaciones del sector educativo participando en el paro: todo lo contrario. FECODE y la MANE están presentes en el paro, pero para defender intereses diferentes. Los maestros van a estar marchando, pero por sus derechos. Prestación de servicios médicos con oportunidad y calidad, pago de deudas del gobierno y cumplimiento de los acuerdos entre el gobierno y FECODE. La ministra afirma con un tono vehemente que el gobierno ha cumplido con “el 100% de los compromisos”, mientras el sindicato dice que no, que ha ocurrido exactamente todo lo contrario. Y el sindicato hace lo que el sindicato hace: luchar por las reivindicaciones salariales de sus afiliados, ni menos ni más. Probablemente creen que si sus afiliados están bien de pronto los niños aprendan más. Los estudiantes universitarios también van a estar marchando porque consideran ellos que la educación superior debe ser un cheque en blanco endosado a su carácter especial. No parece preocuparles el problema estructural que antecede a sus tribulaciones pagando créditos educativos: Que a la educación superior sigue accediendo sólo una minoría, por falta de preparación.
Quién marcha entonces por los derechos de los niños. Nadie. ¿Van a marchar los estudiantes de las facultades de educación contra los bajos criterios de exigencia de sus universidades? ¿Van a marchar los docentes a pedir que los evalúen? ¿Quién va a marchar a pedirle explicaciones al Consejo Nacional de Acreditación?. La tragedia de la educación básica en Colombia es que no tiene dolientes, sólo damnificados, que son los niños que no pueden salir a marchar. ¿Quién va a recoger estas banderas?

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