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Las Profesiones: Cuisiner. Salvador Dalí |
Ni la medicina, ni
el derecho ni la ingeniería nacieron con estatus profesional. Ciertamente la
docencia escolar tampoco. Es algo que las profesiones modernas de alto estatus han ganado a lo largo del siglo XX, y desde
antes, en algunos casos. Estas ganancias han configurado a estas ocupaciones como
profesiones, no en el sentido sencillo de una definición de diccionario, sino
en una acepción sociológica más completa. Esta acepción incluye varios
elementos que vale la pena discutir para analizar la profesión de la docencia
escolar.
La titulación, generalmente de nivel
universitario, es una condición necesaria, pero no suficiente, para configurar
una profesión de alto estatus. No se puede ejercer como médico sin un título de
doctor en medicina, ni como abogado o ingeniero sin lo correspondiente. Pero
como docente escolar, sí. En Latinoamérica la situación al respecto es diversa.
En Brasil sólo las personas que
estudiaron carreras docentes pueden ser docentes. En Colombia ocurre prácticamente
lo contrario: es inconstitucional que la docencia escolar no pueda ser ejercida
por otros profesionales sin formación en docencia. Incluso, muchos colegios bilingües
privados de élite, contratan, y con preferencia, profesionales que no se
licenciaron como maestros para que sean maestros. He aquí entonces que la
titulación, que uno pensaría es un requisito necesario, ni siquiera lo es.
Otra característica sociológica de
las profesiones además de la titulación y ligada a ella, es la acreditación. El
asunto de la acreditación tiene que ver básicamente, con cuál es el proceso
mediante el cual una persona llega a volverse un miembro de la profesión. Para
llegar a ser médico, ingeniero o abogado, hay que pesar por estudios de
pregrado de un alto nivel de selectividad. En el caso de la docencia escolar no,
como lo mencionaba en otro escrito. De hecho, un estudio reciente en Colombia
muestra que es cinco veces más probable que un estudiante con un bajo puntaje en
la prueba nacional de aprendizaje de final de secundaria termine siendo docente,
a que si hubiera tenido un puntaje alto. También comentaba en ese texto como a estos bajos requisitos de ingreso a los estudios para ser
docente, se suma la ausencia de calidad
en los programas de formación en educación, con un 94% de programas sin
acreditación de calidad en Colombia en 2010.
Las profesiones paradigmáticas que
he mencionando como la medicina y la ingeniería han construido también unas estructuras
fundamentales que las caracterizan como profesiones de alto nivel: las
asociaciones profesionales. Estas asociaciones tienen un doble papel: reciben y
acreditan al titulado en la profesión al gremio. Pero quizás su función más importante
es la de definir y vigilar el cumplimiento de los estándares de desempeño de la
profesión. Por esta razón, los estados acuden a las asociaciones de
profesionales de ingenieros para determinar por ejemplo, si hay responsabilidad
legal en la construcción de una obra de infraestructura defectuosa. O las
personas pueden acudir a las de médicos para saber si hubo mala práctica médica
en la atención a un paciente y si esta mala praxis derivó en consecuencias de
salud para un paciente. Tal cosa no existe en la docencia escolar: ¿una asociación
profesional a la que alguien puede ir a reclamar por bajos resultados en el
aprendizaje de un niño? ¿O para ver si un niño sabe leer literal y críticamente
en un nivel aceptable? ¿Alguien que les explique a los desconcertados padres de
un niño de un colegio en el que siempre fue el mejor en su clase, porqué
ahora le van tan mal en la universidad? ¿Acaso, le regalaban las notas?
Que tal tipo de cosas fueran susceptibles de ser reclamadas exigiría la
existencia estándares profesionales de la docencia escolar. Pero este no parece
ser un asunto de preocupación en las reivindicaciones docentes, que son más de
naturaleza sindical y menos de naturaleza profesional. Son como el reclamo airado
de un derecho natural. Esto me trae a la mente una cita de un estudio sobre la
profesionalización docente:
“…Como se evidencia en la revisión de literatura sobre la
profesionalización, el estatus de una ocupación no es un regalo del mundo
exterior, concedido por un público agradecido, y en reconocimiento a los invaluables
aportes del gremio profesional a la sociedad. En cambio, lo que ocurre es que
el estatus profesional es buscado ávidamente por los aquellos en el campo,
luchado en contextos prácticos y en la escena política, y protegido fieramente una
vez se obtiene” (Crowe, 2008)
Titulación, acreditación y
asociación profesional. De estas, que no son todas las posibles, la docencia
escolar hoy por hoy en muchos países de Latinoamérica lo único que hace es
titular, que es lo menos necesario, y con bajos niveles de selectividad. No hay
unos adecuados procesos de titulación y acreditación, que garanticen formar un
cuerpo de profesionales que evidencie algún mérito para entrar al gremio. No hay estándares profesionales para el
ejercicio docente. Ni hay asociaciones profesionales de docentes. ¿Qué hacer?
Como dice la cita de Crowe, ese
estatus profesional es algo que se construye, no algo que se reclama. A nadie
le ha sido dado de por sí. Construir el estatus actual de la profesión ha tomado
décadas, y elevarlo tomará otras tantas. Yo propongo que en vez de
seguir reclamando ese reconocimiento que la sociedad, condescendientemente, nunca otorgará más que en frases vacías, quienes estamos interesado en el
mejoramiento de la docencia, hagamos algo concreto: hagamos asociaciones profesionales
de docentes. Hablemos de estándares de profesionalismo y de estándares
profesionales en la docencia.
No hay tarjeta profesional, un código ético, no hay identificación honrosa gremial, el estatus de la Merani y de la ASOCOPI se la han construido ellas mismas a punta de venta y evento, pero creo que aún el estándar es difícil de definir en la profesión.
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